viernes, 8 de enero de 2010

Presidente Obama y Al Qaida

RECONOCIO ERRORES DE INTELIGENCIA EN EL ATENTADO FALLIDO DE NAVIDAD EN DETROIT
Obama aumenta la presión contra Al Qaida
Dijo que Estados Unidos está en guerra contra la red Al Qaida y anunció reformas para agilizar el intercambio de información, reforzar las listas de potenciales terroristas y ampliar las medidas de seguridad en los aeropuertos.
Barack Obama habló una vez más sobre terrorismo. En un nuevo discurso emitido ayer desde la Casa Blanca, el mandatario asumió la responsabilidad directa por los errores en inteligencia que permitieron al nigeriano Umar Faruk Abdulmutallab abordar el vuelo 253 de Northwest en Navidad. Asimismo, reiteró que Estados Unidos está en guerra contra la red terrorista Al Qaida y anunció reformas para fortalecer las listas de vigilancia junto con nuevas medidas para aumentar los controles en los aeropuertos. Los jefes de inteligencia norteamericanos respiran aliviados: no rodarán cabezas.
“Como presidente, tengo una responsabilidad solemne de proteger nuestro país y nuestra gente. Cuando el sistema falla, es mi responsabilidad”, dijo Obama ayer, pasadas las 5 de la tarde desde Washington. Sus declaraciones vinieron después de que se hicieron públicos los primeros informes sobre las fallas en el sistema que posibilitaron la ejecución del atentado en el vuelo Amsterdam-Detroit.
El mandatario confirmó que la principal falencia de los servicios de espionaje residió en no haber podido unir las diferentes informaciones que ya se tenían, lo cual podría haber hecho saltar una alarma sobre el joven terrorista. “El gobierno estadounidense tenía la información dispersa en el sistema para potencialmente destapar este complot y desmantelar el ataque. Más que fallar en recopilar o compartir la información, el error estuvo en no conectar y comprender la inteligencia que ya teníamos”, reiteró ayer, repitiendo lo que dijo en su discurso del martes.
Obama anunció una serie de pasos para mejorar la seguridad aeroportuaria. Pero subrayó que las nuevas medidas de seguridad no se adoptarán a costa de sacrificar los valores del país. “Vamos a reforzar nuestras defensas, pero no sucumbiremos a una mentalidad de sitio que sacrifique la sociedad abierta y las libertades y valores que apreciamos”, indicó el presidente.
Obama ordenó la ejecución de cuatro “pasos correctivos” en todas las agencias de inteligencia. En primer lugar, asignó líneas claras de responsabilidad a las agencias de inteligencia para que investiguen todas las pistas sobre amenazas terroristas. Reclamó también que los informes de inteligencia sean distribuidos más rápido y ampliamente, acompañados por pedidos de mejoras en el proceso de análisis e integración de la información. Por último, ordenó que se refuercen los criterios que se aplican para incluir a individuos en las listas de alertas terroristas, especialmente a la denominada “no-fly list”, que prohíbe a sus integrantes abordar un avión con rumbo a Estados Unidos.
“Estos cambios mejorarán la capacidad de la comunidad de inteligencia de recopilar, compartir, integrar, analizar y actuar sobre información de manera rápida y efectiva”, aseguró.
Barack Obama evitó señalar con el dedo a los responsables de los fallos. Prefirió decir que se trató de un problema sistémico, más que individual. “Estoy menos interesado en echar culpas que en aprender de los errores y corregirlos”, aseveró. En tanto que él es el presidente, dijo, en última instancia las fallas son su responsabilidad.
Ante los insistentes pedidos de renuncia de su secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, el presidente aclaró que no va a echar a nadie por el incidente navideño. Aliviada por la ratificación presidencial, la funcionaria salió a hacer declaraciones y anunció que partirá hacia Europa para discutir seguridad aérea con sus colegas.
El mandatario reiteró que su país está en guerra contra la red terrorista Al Qaida. Para acallar a las voces de la oposición, que critican su manera de abordar la amenaza terrorista, Obama volvió a hacer hincapié en que su gobierno hará lo que sea necesario para derrotar al extremismo islamista. Pero a diferencia de lo que declaró el martes, cuando sólo habló de la amenaza terrorista, esta vez Obama envió un mensaje tranquilizador al mundo musulmán.
“Sabemos que la gran mayoría de los musulmanes rechazan a Al Qaida, pero está claro que la red terrorista busca cada vez más reclutar a individuos sin afiliaciones terroristas conocidas, no sólo en Medio Oriente sino también en Africa y otras regiones”, aseguró. “Por eso he ordenado a mi equipo de seguridad nacional que desarrolle una estrategia dirigida a los desafíos que suponen los reclutas solitarios.”
El presidente Obama terminó su discurso con una advertencia. “Tenemos que comunicarle claramente a los musulmanes de todo el mundo que Al Qaida no ofrece nada, salvo una visión quebrada de miseria y muerte, incluida la muerte de otros musulmanes. Estados Unidos está junto a aquellos que buscan la justicia y el progreso”, concluyó.
Opinión
La CIA, engañada en Medio Oriente
Robert Fisk
En la amplia embajada estadunidense, ubicada en las colinas de las afueras de Ammán, la capital jordana, un oficial de fuerzas especiales encabeza una oficina igualmente especial. Compra –con dinero en efectivo, desde luego– información de funcionarios del ejército y la inteligencia jordanos, pero también ayuda a entrenar a policías y soldados afganos e iraquíes.
La información que busca no es sólo sobre Al Qaeda, sino sobre los mismos jordanos, sobre la lealtad del ejército al rey Abdullah II, así como sobre los insurgentes antiestadunidenses que viven en Jordania, primordialmente iraquíes. Pero también se dedica a lo relacionado con los contactos de la rama iraquí de Al Qaeda en Afganistán.
En Medio Oriente es fácil comprar funcionarios militares. Estados Unidos dedicó buena parte de los años 2001 y 2002 a comprar a los señores de la guerra afganos. Pagó a soldados jordanos para que se unieran a su ejército de ocupación en Irak, razón por la cual la embajada jordana en Bagdad fue ferozmente bombardeada por los enemigos de Washington.
Lo que hizo el doble agente de la CIA Humam Jalil Abu Mulal Balawi, que era médico como muchos seguidores de Al Qaeda, era cosa de rutina. Trabajaba para ambos lados porque los enemigos de Estados Unidos hace mucho que infiltraron las fuerzas de inteligencia árabes de los “aliados” de Washington. Incluso Abu Musab Zarqawi, quien con gran eficacia encabezó la insurgencia de Al Qaeda en Irak, es ciudadano jordano; mantuvo contacto con el Departamento General de Inteligencia de Ammán, cuyo director, Sharif Ali bin Zeid, murió junto con siete estadunidenses esta semana en el peor desastre sufrido por la CIA desde el ataque con bomba a la embajada estadunidense en Beirut, en 1983.
El espionaje en Medio Oriente no tiene nada de romántico. De hecho, varios de los agentes de la CIA que murieron en Afganistán eran mercenarios a sueldo, mientras los matones Mujabarati, que trabajan tanto para Bin Zeid como para Balawsi, se usan de rutina contra los supuestos enemigos de Jordania, de la misma manera en que se torturaba habitualmente a hombres que luego eran entregados por la CIA “en rendición” a Ammán durante el gobierno de Bush.
El misterio, no obstante, no es tanto la existencia de dobles agentes en el aparato de seguridad estadunidense en Medio Oriente, sino de qué puede servir un “infiltrado” jordano en Afganistán. Pocos árabes hablan pasthu, dari o urdu; en cambio, son muchos más los afganos que hablan árabe. Esto sugiere que hay vínculos mucho más estrechos de lo que se cree entre la insurgencia antiestadunidense iraquí con base en Ammán y su equivalente en Afganistán.
Hasta ahora se creía que las operaciones de transferencia eran puramente inspiracionales, pero ahora está claro que, pese a que el vasto territorio de Irán separa a los activistas de Al Qaeda en Irak y Afganistán, han colaborado estrechamente.
En otras palabras, de la misma forma en que la CIA, sin mayor preocupación, asumió que podía hacer amistad con los agentes de inteligencia locales del mundo musulmán y confiar en ellos –sin suponer que los grupos rebeldes harían lo mismo–, la presencia de espías antiestadunidenses jordanos en Afganistán, dispuestos a sacrificar su vida lejos de su hogar, prueba que existen nexos entre los enemigos de Estados Unidos en Ammán y en el este de Afganistán. No es demasiado aventurado sugerir que los jordanos antiestadunidenses tienen conexiones que llegan hasta Islamabad.
Si esto parece exagerado, debemos recordar que la CIA, en un principio, respaldó a los combatientes árabes contra el ejército soviético en Afganistán, y esas operaciones fueron pagadas con dinero saudita. A principios de los 80, el comandante en jefe de la inteligencia de Arabia Saudita sostenía reuniones regulares con Osama Bin Laden en la embajada saudita en Islamabad, y con el servicio secreto paquistaní, mismo que dio ayuda logística a los mujaidines y luego al Talibán, como lo sigue haciendo hasta la fecha.
Si los estadunidenses creen que los sauditas no envían dinero a sus enemigos en Afganistan o a sus igualmente fundamentalistas enemigos en Irak y Jordania, entonces la CIA no tiene mucha idea de lo que ocurre en Medio Oriente.
Tal vez así es, desafortunadamente. El deseo de Estados Unidos de ser amado y temido por igual ha engañado a sus servicios de inteligencia y los ha hecho confiar en quienes se ostentan como sus amigos, mientras tratan como animales a sus supuestos enemigos.
Esto fue exactamente lo que ocurrió en Líbano antes de que un musulmán chiíta se hiciera estallar en la embajada estadunidense en Beirut, en 1983, en momentos en que casi todos los agentes de la CIA en Medio Oriente se encontraban allí. La mayoría murieron. La entrada a las oficinas de la CIA, en la embajada, a orillas del mar, estaba muy resguardada. Pero entre los agentes en Líbano había hombres y mujeres que trabajaban tanto para los israelíes como para una versión temprana de Hezbollah. Agentes de inteligencia de la embajada salían con mujeres libanesas, que no pasaban por el control de seguridad.
Pero el eje jordano-estadunidense era diferente. Aquí la CIA operaba en un ambiente casi totalmente sunita, entre jordanos que, si bien aceptan el dinero de la agencia, tienen muchas razones para oponerse a las políticas de Washington y a las del rey de Jordania. Los muhabarrati son una minoría numerosa en Jordania, formada por personas originarias de Palestina que creen que el apoyo acrítico y obsequioso de Estados Unidos a Israel ha destruido la “nación” palestina y pisoteado a su pueblo.
El deseo de la CIA de confiar en “empleados locales” no es distinto de la fe que tenían los británicos en sus soldados indios, conocidos como sepoy, la víspera del motín en India: “Sus regimientos locales nunca se levantarán contra el rajá; sus oficiales se mantendrán leales”. Pero no ocurrió así.
Bin Zeid, la víctima jordana de Balawi, recibió un funeral de “mártir” en presencia de su primo, el rey Abdullah. Hay que ver quién asiste al funeral del asesino, si es que quedó algo de él qué sepultar.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
Opinión
¿Fallas o estrategias?
Por Juan Gelman
El presidente Obama salió enérgico de la reunión que el martes pasado mantuvo con su secretaria de Estado Hillary Clinton, el jefe del Pentágono Robert Gates y una decena de altos funcionarios de los organismos de inteligencia estadounidenses. “La seguridad del país falló de forma potencialmente desastrosa”, espetó, y culpó a los servicios de espionaje de no haber realizado un análisis correcto de datos en su poder que hubiera impedido al nigeriano Umar Faruk Abdulmutallab abordar un avión con una bomba guardadita en sus pantalones. Pero quién sabe si la cuestión radica en tales falencias o habita en otro lugar.
Datos había, sí. Por empezar, el servicio secreto británico tenía al fallido terrorista bajo vigilancia desde que era estudiante de University College London en razón de su “involucramiento político con redes extremistas” (http://www.guardian.co.uk/, 3-1-10). Según el Sunday Times, el M15 no compartió la información con sus pares norteamericanos (http://www.timeesonline.co.uk/, 3-1-10). Difícil y aun improbable, pero sirve para alimentar el argumento oficial acerca de los defectos presuntos o reales del FBI y demás instituciones cofrades. Que, de paso, justifica las nuevas medidas de revisión impuestas a quienes viajan a y desde EE.UU.
La afirmación del muy británico Times es a todas luces espuria: la inteligencia estadounidense tenía elementos suficientes sobre el atentado en preparación. A principios de agosto de 2009 la CIA contaba ya con información sobre “una persona apodada ‘El Nigeriano’ sospechosa de reunirse con elementos terroristas en Yemen” (http://www.cbs.news.com/, 29-12-09). Hubo más.
El Dr. Alhaji Umaru Mutallab, ex ministro de Desarrollo Económico de Nigeria, banquero y uno de los hombres más ricos de Africa, pero sobre todo padre del novato terrorista, se reunió en la sede de la embajada norteamericana en Abuja con agentes de la CIA, el FBI y funcionarios del Departamento de Estado para mostrarles los mensajes de texto del celular de su hijo. “Es una amenaza para la seguridad” de EE.UU., aseveró (http://www.nytimes.com/, 31-12-09). Este encuentro tuvo lugar el 18 de noviembre, cinco semanas antes de la Navidad que Abdulmutallab intentó manchar de sangre. Pero lo importante es que a esta reunión de inmediato siguió otra entre servicios. Aparentemente, no tomaron en serio la denuncia paternal.
Aparentemente. El caso tiene similitudes notables con lo ocurrido el 11/9: el FBI estaba perfectamente enterado de que Mohamed Atta y otros perpetradores del brutal atentado contra las Torres Gemelas seguían cursos de aviación en el territorio mismo de EE.UU. ¿También en esta ocasión fallaron los servicios de inteligencia o esa información se bloqueó en alguna parte? Diversas investigaciones indican que el gobierno W. Bush sabía de los preparativos del ataque y lo dejó venir. Sus fines fueron claros: la invasión y ocupación de Irak. Es que el terrorismo islamista “no se puede entender sin tomar en cuenta la medida en que sus redes son utilizadas por los servicios de inteligencia militar de Occidente para controlar los recursos energéticos estratégicos y contrarrestar a sus rivales geopolíticos” (http://www.newint-org/, octubre 2009).
Llegó el turno de Yemen, por lo visto. Joe Lieberman, presidente de la Comisión de Seguridad Interior del Senado de EE.UU., lo anunció rápido y sin ambages: “Irak es la guerra de ayer, Afganistán la de hoy y Yemen la de mañana si no se lleva a cabo una acción preventiva” (http://www.foxnews.co/, 227-12-09). El vocero demócrata de los “halcones-gallina” de Washington es un sofista: finalmente, las “acciones preventivas” son nomás la guerra.
En el mundo hay siete puntos de control estratégico del tráfico naviero de petróleo, y el estrecho de Bab el Mandeb que separa a la Península Arábiga de Africa, y a Yemen de Eritrea y Djibuti, es uno de ellos. El cierre de este estrecho “podría impedir que los buques tanques procedentes del Golfo Pérsico llegaran al oleoducto de Suez/Sumed”, alertó el Departamento de Energía estadounidense (http://www.eia.doe.gov/, enero 2008). Unos 3,3 millones de barriles de petróleo pasaban cada día del año 2006 por Bab el Mandeb con destino a Europa, EE.UU. y Asia. La militarización de las aguas del estrecho sumaría otro eslabón a la estrategia de dominación del comercio mundial de oro negro.
El acto de El Nigeriano prologa una intensificación de la intervención militar de la Casa Blanca en la región. Obama no tuvo empacho en declararlo: “Hemos establecido una misión clara y factible: interrumpir, desmantelar y derrotar a Al Qaida y a sus aliados extremistas (...) y por eso forjamos nuevos entendimientos, como en Yemen, y ejercemos una severa presión sobre estos extremistas allí donde complotan y se entrenan, de Asia del Este al Sudeste asiático, de Europa al Golfo Pérsico” (The Wall Street Journal, 2-1-10). La “guerra antiterrorista” da para todo.
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