viernes, 8 de enero de 2010

El mejor presidente estadunidense que los países de América Latina han conocido


A los 85 años, Jimmy Carter sigue tratando de mejorar el mundo
54 minutos
(AP) - Jimmy Carter camina por un barrio pobre del pueblo dominicano de Dajabón, mientras unas cabezas de ganado comen detrás de un alambre de púas, bajo un calor sofocante y nubes de mosquitos.

Llega a un río seguido por niños descalzos y sus padres. El sol rebota contra la hebilla de su cinto y emite destellos. Estrecha las manos de mucha gente y de vez en cuando tira un "muchas gracias" con su acento sureño.
En la casa de Juan Taveres, un abuelo cuya familia padeció alguna vez de malaria, se sienta en una silla mecedora. Los gallos cacarean, hay periodistas, pero da la impresión de que Carter podría quedarse toda la tarde hablando con el hombre, de no ser porque tiene otros compromisos.
"¿Aquí no hay malaria, verdad?", pregunta Carter antes de irse.
No, responde Taveres.
"Y no la habrá en el futuro", agrega el ex presidente estadounidense.
Han pasado casi tres décadas desde que Carter se fue de la Casa Blanca. Tiene 85 años. Y está aquí, en este desolado rincón del mundo, bajo un calor abrasador, luchando para erradicar la malaria, una enfermedad que ya pasó a la historia en los países más desarrollados.
Lo acompaña su tradicional sonrisa. Es que disfruta lo que hace. Esta es la razón de su vida.
Desde que dejó la presidencia ha viajado miles y miles de kilómetros y visitado decenas de países para combatir enfermedades, mediar en conflictos, promover los derechos humanos y observar elecciones. Ha armado un legado como ex presidente que será difícil repetir.
"Estos últimos 25 o 30 años fueron probablemente los más gratificantes de mi vida", manifestó Carter.
Dice que lo motiva el deseo de resolver problemas que tienen solución, desde conflictos internacionales inacabables hasta crisis sanitarias. Agrega que sabe que la muerte puede estar cerca y que por eso trata de hacer todo lo posible antes de que le llegue la hora.
Su esposa Rosalynn tiene una explicación más simple para tanta actividad.
"Se siente miserable si no hace nada".
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"A veces me da la sensación de que tiene una especia de 'lista de Schindler'", señala su amigo John Stremlau, quien dirige los programas de paz del Centro Carter. "Quiere hacer todo lo que esté a su alcance para ayudar".
Algunos de sus amigos más allegados se mostraron escépticos cuando Carter delineó sus planes para el futuro luego de dejar la presidencia. Stuart Eizenstat, quien fue asesor de política nacional de Carter, dice que la mayoría de sus conocidos pensaron que fantaseaba cuando hablaba de mediar en conflictos sin fin.
Casi tres décadas después, el Centro Carter simboliza ese legado.
Andrew Young, embajador ante las Naciones Unidas bajo el gobierno de Carter, dice que probablemente pase mucho tiempo antes de que los historiadores comprendan el impacto de su presidencia.
"Nos tomó 100 años entender a Jefferson. A los que no eran del norte, les tomó 100 años entender a Lincoln. Y va a tomar 50 años al menos entender a Carter", sostuvo Young.
Douglas Brinkley, profesor de historia de la Rice University que escribió un libro sobre Carter, cree que la presidencia de Carter es más apreciada probablemente en el exterior.
"Elija cualquier país y verá que lo consideran uno de los mejores presidentes que hemos tenido", afirmó Brinkley. "Ayudó a mejorar la imagen de Estados Unidos en el mundo porque se ganó la confianza de la gente. Y la gente confía en él porque es honesto".
Carter dice que quiere ser recordado por lo que hizo en la Casa Blanca y fuera de ella.
"Quiero que me asocien con las palabras paz y derechos humanos. Paz, esperanza y derechos humanos", destaca.
Y sigue recorriendo el mundo a un ritmo que agotaría a gente mucho más joven.
"Tiene una energía y una convicción increíbles. En los aviones no se entretiene, trabaja todo el tiempo", expresó Bill Gates Sr., quien viajó a Africa con Carter en el 2002. "Es muy disciplinado, muy trabajador".
Se lo critica a menudo, sobre todo por sus cuestionamientos a Israel durante sus gestiones de paz para el Medio Oriente, que considera su tarea inconclusa más grande.
Pero no le preste atención a sus detractores.
"Lo único que escucha es su conciencia", dijo el historiador Brinkley.
Prueba de ello es el comentario que hizo cuando un legislador conservador le gritó "mentiroso" al presidente Barack Obama durante un discurso.
"Creo que fue un acto de racismo", declaró Carter, desatando una tormenta. "Hay gente en este país que piensa que un negro no puede ser presidente".
Carter sigue viviendo en Plains, la localidad de Georgia donde tiene una granja en la que cultiva maní. Como hizo su padre, da clases los domingos en una escuela local.
En las clases, que son muy concurridas, cuenta historias de su vida, como cuando hizo una huelga de hambre con unos rabinos o cuando trotó por la parte antigua de Jerusalén antes del amanecer.
Carter dice sentir una "presión constante" derivada de su "profunda fe religiosa" que lo impulsa a tratar "de mejorar y aceptar mis falencias y mis errores".
"Considera importante tratar de ayudar a la gente. Es increíble cómo moviliza su energía, su forma abierta y punzante de hablar", expresó Fernando Henrique Cardoso, ex presidente de Brasil y viejo amigo de Carter. "Sus momentos de mayor felicidad son cuando logra algo".