jueves, 17 de septiembre de 2009

TRAS LA CUMBRE, COLOMBIA ADVIERTE QUE PODRIA IRSE DE LA UNASUR

Uribe quiere bailar solo
Tanto Argentina como Brasil criticaron la intransigencia de Colombia aún con el sinsabor que dejó la reunión de cancilleres y ministros de Sudamérica. Los colombianos dejaron Quito sin mostrar el texto de su acuerdo militar con EE.UU.

Colombia amenazó con dejar la Unasur, después de quedar sola en la cumbre en Ecuador. “Eventualmente si esta impasse se perpetúa, estaríamos ahí simplemente de invitados de piedra. Ahí sí tocaría evaluar esa posibilidad de retirarse”, advirtió ayer el ministro de Defensa colombiano, Gabriel Silva. La cumbre, que terminó anteayer, dejó un sinsabor entre los cancilleres y los ministros de Defensa de Sudamérica, que no lograron sacarle una garantía por escrito a la delegación colombiana. “Todos ofrecimos flexibilidad, todos contribuimos, pero en verdad hubo muy poca flexibilidad del lado de Colombia”, criticó, a través de un comunicado, el canciller argentino, Jorge Taiana. Su par brasileño, Celso Amorim, lo respaldó. “Colombia no percibe la incomodidad que esto causa en otros países y no procura solucionar la situación”, sentenció el ministro.
Según explicaron ayer los cancilleres y ministros de Defensa de la región, las discusiones acaloradas y maratónicas negociaciones en Quito sólo resultaron en la firma de un documento, un compromiso de no extraterritorialidad de las actividades de fuerzas militares extranjeras. En otras palabras, Colombia y el resto de los países sudamericanos prometieron que, de invitar fuerzas militares extranjeras, se circunscribirán a sus propios territorios, sin afectar a sus vecinos. El compromiso sólo satisfizo una parte de las demandas de sus compañeros de la Unasur. “Colombia ofreció garantías plenas, pero nosotros exigíamos garantías plenas y formales (jurídicas)”, explicó el ministro de Defensa, Nelson Jobim.
Los dos representantes del gobierno de Alvaro Uribe, el canciller Jaime Bermúdez y el ministro de Defensa, Gabriel Silva, escucharon sin pestañear las críticas de los países más moderados –Brasil, Argentina y Chile– y las denuncias apasionadas de sus vecinos –Venezuela, Ecuador y Bolivia–. Sin embargo, cuando les tocó hablar no movieron ni un centímetro su posición. Los colombianos dejaron Quito sin mostrar el texto completo de su acuerdo militar con Estados Unidos y sin poner por escrito su compromiso con el principio de soberanía territorial y su inviolabilidad. La garantía no estaba de más. El primero de marzo de 2008 el Ejército y la Fuerza Aérea colombianas bombardearon un campamento clandestino de las FARC en territorio ecuatoriano y, sin advertir al gobierno ecuatoriano, cruzaron por tierra la frontera para capturar a los sobrevivientes del ataque. Desde entonces, el gobierno ecuatoriano de Rafael Correa reclama una reivindicación de su par colombiano y una promesa de que no volverá a violar la soberanía vecina.
El conflicto no escaló más, gracias a la intervención de la región, pero la tensión, como quedó en evidencia ayer, sigue latente entre Colombia y sus vecinos sudamericanos. Nadie se fue contento de Quito. Bogotá no logró instalar un debate sobre el creciente armamentismo en la región –un ataque indirecto a las compras de armas rusas de Venezuela– y el resto de Sudamericana no consiguió quebrar la intransigencia colombiana.
Pero mientras los vecinos intentaron mantener abiertos los canales del diálogo y prometieron citar a una nueva cumbre para dentro de dos semanas, después de la asamblea de la ONU del miércoles próximo, el ministro de Defensa colombiano amenazó con embarrar aún más la cancha. “No vemos una preocupación por el armamentismo, el tráfico de armas, el narcotráfico, el crimen organizado, pues si no hay sensibilidad por esos temas que son los de los colombianos, estaríamos ahí simplemente de invitados de piedra”, advirtió Silva.
El canciller argentino evitó confrontar las palabras del colombiano, pero sí dejó en claro que no comparte esa visión de la Unasur. “Nosotros pensamos que lo mejor es que en Sudamérica estemos los sudamericanos. Que entre nosotros creemos los mecanismos de defensa y de construcción de una doctrina común, que es el objetivo de mediano plazo del Consejo de Defensa Sudamericano”, señaló Taiana.
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OPINION
El cinismo de Hillary
Por Atilio A. Boron *
Luego de la entrevista con Tabaré Vázquez, la secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton se refirió a la carrera armamentista en curso en América latina y en un alarde de cinismo manifestó su preocupación porque las compras de armas efectuadas por Caracas “sobrepasan las del resto de la región”. En línea con esa inquietud exigió al gobierno bolivariano que “sea transparente en sus compras y claro en sus propósitos”, para evitar que esas armas puedan terminar en manos de la guerrilla, el narcotráfico y organizaciones criminales.
Todo esto lo decía mientras en Quito la cumbre de ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) naufragaba a causa de la cerrada oposición de Colombia a firmar un compromiso formal, solicitado unánimemente por los demás gobiernos de la Unasur, mediante el cual se garantizase que las tropas norteamericanas estacionadas en ese país no incursionarían fuera del territorio colombiano. A buen entendedor pocas palabras.
Las declaraciones de Clinton se produjeron casi en simultáneo con un comunicado de la Casa Blanca en el que se informaba de la renovación por otro año del universalmente condenado bloqueo en contra de Cuba, mientras persistía la indiferencia de Obama ante el caso de los cinco cubanos detenidos hace más de diez años precisamente por luchar contra las organizaciones terroristas radicadas en Miami. Si integramos estas tres noticias es evidente que las expectativas suscitadas por el arribo de Obama a la Casa Blanca eran ilusiones que fueron amargamente desmentidas por su gestión de gobierno.
La secretaria de Estado no puede ignorar que las compras de armas de Caracas ascienden a un monto muy inferior al gasto militar de otros países de la región. Por empezar, de Colombia. En segundo lugar, sabe muy bien que Venezuela está amenazada, asediada, hostilizada, acosada por Washington y por su peón sudamericano, Alvaro Uribe Vélez, cuyo prontuario por sus vínculos con el narcotráfico y el paramilitarismo lo convierte en un dócil rehén de la Casa Blanca.
Sabe que Estados Unidos ha decidido reemplazar la base de Manta por siete –no una sino siete– nuevas bases militares en Colombia. Sabe también que Uribe, solícito con sus amos, no quiere firmar ninguna carta que le ate las manos cuando las tropas del imperio acantonadas en su país ataquen a sus vecinos, por empezar Venezuela. Sabe también que a este país le asiste el legítimo derecho a la defensa, y que debe armarse para repeler una agresión militar largamente anunciada.
Sobre Obama y sobre ella recaerá la responsabilidad principal por esta demencial escalada belicista –bases militares, Cuarta Flota, golpe de Estado en Honduras, etcétera–, en perfecta sintonía con el mandato del complejo militar-industrial al cual Obama parece haberse supeditado sin siquiera librar batalla. Seguramente que la historia no los absolverá.
* Politólogo.
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