martes, 27 de octubre de 2009

Para los que sueñan con una segunda Guerra Fría

Parece que el ser humano es la criatura que peor aprende de sus experiencias. Un caballo, por ejemplo, es capaz de recordar el lugar por donde alguna vez pasó y tropezó con algún agujero, por simple instinto se cuida de repetir aquel camino. Pero las noticias de estos días y los rumores mal intencionados hacen temer que aún quedan los nostálgicos entusiastas de aquel período obscuro de la historia que denominamos Guerra Fría. Son como El Maligno: si un premio Nobel de la paz se propone deshacer los entuertos legados por la Guerra Fría, ellos se dedican a crear las condiciones para que se repita el mismo esquema (guerra de baja intensidad y cobardías varias).
Cuba no deja de sorprendernos como muestra de lo triste que fue aquello: un país ahogado en un acedio medieval que se acerca al medio siglo, hace mucho que dejó de ser un ejemplo de sociedad para convertirse en un motivo de vergüenza para la Humanidad. En "el libre mercado de las ideas" lo más que llegó a ser fue un mal ejemplo ante las dictaduras que se promovían activamente (...) desde Washington.
Va una nota relacionada con algo que los historiadores internacionales reunidos en La Habana declaraban con claridad no hace mucho: la historia de Cuba en las escuelas y universidades se cuenta hasta el año 1959, falta estudiar y escribir la historia posterior, de aquel año hasta nuestro días. Tal vez así, gobernantes y gobernados aprendamos algo de todo lo que significa una guerra de baja intensidad, guerras sucias, golpes de Estado, desapariciones, genocidios, etcétera.
La hermana de Fidel espió para la CIA
Operó contra el gobierno de su hermano durante los tres años posteriores a la fallida invasión de Bahía de Cochinos en 1961. Para transmitir información, Juanita se hacía llamar “Donna”, alias sacado de la ópera Madame Butterfly.
Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
En un libro publicado ayer, la hermana de Fidel Castro, Juanita, revela por primera vez que trabajó como agente encubierta de la CIA en operaciones contra el gobierno de su hermano durante los tres años posteriores a la fallida invasión de Bahía de Cochinos en 1961. Para operar como agente y transmitir información, Juanita se hacía llamar “Donna”, alias sacado de la ópera Madame Butterfly, de Puccini.
El libro de memorias, de 432 páginas, se titula Mis hermanos Fidel y Raúl: la historia secreta y fue co-escrito junto a la periodista norteamericana de origen hispano María Antonieta Collins. Según la editorial Santillana USA, Juanita Castro dictó sus memorias hace unos diez años, pero hasta ahora se había negado a publicarlas.
A través de las páginas del libro, Juanita, hoy de 76 años –siete años menor que su hermano Fidel–, cuenta cómo, en un principio, fue partidaria de la Revolución de 1959, pero que luego se desencantó rápidamente. Dos años después del triunfo de los rebeldes, y a instancias de la esposa del por entonces embajador de Brasil en La Habana y luego canciller, Vasco Leitao da Cunha, la hermana de Fidel aceptó encontrarse con un agente de la CIA en México DF, adonde tenía planeado viajar para encontrarse con su hermana Emma.
Para ese entonces, y mientras que a su hermano mayor, Ramón, el gobierno revolucionario le expropiaba la finca familiar para explotarla de acuerdo con los nuevos objetivos socialistas, la casa de Juanita ya se había convertido en un santuario de anticomunistas. “No te involucres con los gusanos”, le habría aconsejado su hermano Fidel, comandante de la Revolución.
Durante su encuentro con el contacto de la CIA, identificado como Tony Sforza, alias “Enrique”, Juanita subrayó su descontento con el hecho de que muchos militantes y combatientes no comunistas que también habían luchado para derrocar al dictador Fulgencio Batista estaban siendo excluidos de los principales cargos.
Al finalizar la cita en el Hotel Camino Real de la capital mexicana, Castro ya había aceptado colaborar con la agencia de espías norteamericana, pero bajo una estricta condición: que nunca la involucraran en una operación destinada a “liquidar físicamente” a alguno de sus hermanos. “Es mi condición más importante, diría que la única”, le habría dicho Castro a Sforza, según sus memorias. La hermana de Fidel y Raúl, a su vez, aclara que jamás aceptó que le paguen por su colaboración.
Hecho el trato, su primera misión no tardó en llegar: Castro debía encargarse de distribuir al interior de la isla varios cargamentos de latas de conserva donde iban ocultos mensajes y dinero para agentes de la CIA dentro de Cuba.
Entre 1961 y 1964, Juanita, básicamente, ayudó a pasar mensajes, dinero y documentos hacia el interior de la isla. De acuerdo con su testimonio, ella fue la que le informó a la CIA que los misiles soviéticos estaban siendo instalados en Cuba. En 1962, durante su segundo año de trabajo encubierto, estalló la crisis de los misiles. Nunca el mundo estuvo tan cerca de una guerra nuclear. Para contactarse con la central de inteligencia estadounidense, la hermana de los hermanos Castro pasaba mensajes a través de una radio de onda corta. Las claves para anunciar su transmisión, elegidas por ella, eran la melodía “Fascinación”, de Marchetti, y la “Obertura” de Madame Butterfly, de Puccini.
Según el diario de Miami El Nuevo Herald, que publicó ayer extractos del libro, la CIA decidió sacar a Juanita de Cuba después de que Virginia Leitao da Cunha, la esposa del embajador brasileño, se lo pidiera especialmente. Según habría informado la esposa del diplomático de Brasilia, Raúl Castro había visitado a su hermana y le había dejado en claro que ya existía un expediente sobre ella bajo el rótulo “Actividades contrarrevolucionarias”.
Juanita llegó a Estados Unidos en 1964, donde atendió su propia farmacia hasta 2007, cuando se jubiló.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.