viernes, 7 de abril de 2017

¿Qué papel juega TuRquía en el conflicto? Alguna vez Vladimir Putin demostró que aprovisionaba al Estado Islámico, pero hoy -luego del amago de golpe o auto gope de Estado y purga de su ejército- parecería encontrarse más del lado de los radicales islámicos...

NOTA DE ARCHIVO


Turquía y Estados Unidos lanzan una ofensiva conjunta contra el Estado Islámico en Siria

Un tanque turco avanza hacia Siria el miércoles. CreditBulent Kilic/Agence France-Presse — Getty Images



Turquía: el fracaso del golpe de Estado no significa el triunfo de la democracia

Gokhan Tan/Getty Images

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ESTAMBUL — Turquía lanzó el miércoles su mayor campaña militar hasta el momento en Siria con el envío de tanques, aviones y fuerzas de operaciones especiales a través de su frontera con ese país, en un movimiento apoyado por Estados Unidos con el objetivo de recuperar uno de los bastiones del Estado Islámico en Siria.
La ofensiva conjunta contra la ciudad de Jarabulus, una de las últimas que los islamistas controlan en la frontera con Turquía comenzó horas antes de que el vicepresidente Joe Biden se reuniera con el presidente Recep Tayyip Erdogan en Ankara, la capital turca, y parece dirigida a disminuir la tensión generada entre ambos países tras el golpe de Estado fallido de julio.
La operación tiene como objetivo liberar el paso para que los rebeldes sirios tomen el control de esa ciudad fronteriza y supone una escalada significativa en el combate contra el Estado Islámico. Parece también una manera de contener las aspiraciones territoriales de las milicias kurdas, las cuales Turquía ve como su enemigo principal en este conflicto. Esos grupos estaban a punto de avanzar sobre Jarabulus.
Turquía anunció hace poco que adoptaría un rol diplomático más fuerte en Siria y que trabajaría en conjunción con Irán, Rusia y Estados Unidos para poner fin a la guerra.
Ankara ha insistido desde hace tiempo en que el presidente Bashar al Asad, que cuenta con el apoyo de Rusia e Irán, debe abandonar el poder para que pueda celebrarse una conferencia de paz. Pero en los últimos meses ha suavizado su posición y ha reconocido que aceptaría que Asad jugara algún papel en una transición pacífica.
Algunos analistas creyeron inicialmente que la operación tenía el beneplácito de Asad, pero pocas horas después el Ministerio de Asuntos Exteriores la condenó y la calificó de violación a su soberanía.
Aunque los aviones turcos han atacado con ayuda de aviones de estadounidenses, la operación no logra ocultar la tensión existente en el seno de los miembros de la OTAN frente a la guerra en Siria.
Las autoridades turcas, incluido el primer ministro Mevlut Cavusoglu, han advertido que su país podría acabar chocando con los kurdos sirios, aliados de Estados Unidos. Hace poco, ese país ayudó a los kurdos a tomar Manbij, una ciudad cercana a Jarabulus.
Para disipar las preocupaciones de Turquía, los estadounidenses advirtieron a los kurdos que no avanzaran en Jarabulus, y dijeron que no apoyarían una ofensiva con su fuerza aérea en la ciudad.
Funcionarios turcos dijeron que la operación del miércoles buscaba, en parte, alertar a los kurdos que trabajan en Siria junto con las fuerzas especiales de Estados Unidos de no avanzar sobre Jarabulus. Cavusoglu mencionó que los kurdos deben moverse hacia el este del río Eúfrates, lejos de la frontera turca y de regreso a los lugares que controlaban hace ya mucho tiempo.
“Si no cumplen con eso, haremos lo que tengamos que hacer”, advirtió.
Según la televisión pública turca, la operación comenzó durante la madrugada cuando aviones de combate turcos y estadounidenses comenzaron a atacar las posiciones del Estado Islámico en Jarabulus. Las fuerzas especiales entraron en Siria para abrir paso al avance de grupos rebeldes apoyados por los trucos.
El ataque tiene lugar después de que Turquía anunciara que “limpiaría” su frontera de combatientes del Estado Islámico en represalia por un ataque suicida contra una boda kurda, en el que murieron por lo menos 54 personas y del que se culpa al Estado Islámico.
Jarabulus es un lugar vital en la cadena logística del Estado Islámico.
Antes de la operación del miércoles, Cavusoglu pidió que se diera “todo tipo” de apoyo a las operaciones contra el Estado Islámico en la frontera siria. Los aliados de Turquía en la OTAN piden hace tiempo que el país se involucre con más intensidad en Siria.
“Dáesh (como el Estado Islámico se llama a sí mismo en árabe) tiene que ser erradicado de nuestras fronteras y tenemos que hacer lo que sea necesario para lograrlo”, dijo Cavusoglu durante una rueda de prensa el martes en Ankara.
Los turcos han expresado preocupación por la creciente influencia que ejercen los kurdos sirios, con apoyo de Estados Unidos, a lo largo de la frontera así como por los vínculos que sostienen con los rebeldes kurdos en Turquía. Para el gobierno turco se trata de una amenaza a la seguridad nacional.
La operación podría ayudar a disminuir la tensión existente entre Estados Unidos y Turquía, en su momento más bajo tras la Segunda Guerra Mundial. Tras el golpe de Estado fallido el sentimiento antiestadounidense en Turquía aumentó debido a que los medios de comunicación oficiales y algunos funcionarios acusaron a Estados Unidos de tener vínculos con el golpe.
Además, Fethullah Gulen, un clérigo a quien Turquía acusa de estar tras el golpe, vive en Pensilvania. Turquía ha pedido la extradición de Gulen pero Estados Unidos no la ha concedido por el momento.
https://www.nytimes.com/es/2016/08/24/turquia-y-estados-unidos-lanzan-una-ofensiva-conjunta-contra-el-estado-islamico-en-siria/


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En términos de golpes de Estado, lo que ocurrió en Turquía fue una muestra de ineptitud: no hubo ningún intento serio de capturar o amordazar a un líder político, no había nadie preparado para tomar el poder, no hubo una estrategia de comunicación (ni siquiera un conocimiento de los medios de comunicación) y ninguna capacidad de movilizar una masa crítica dentro de las fuerzas armadas o de la sociedad.
Solo un pelotón de soldados desafortunados en un puente de Estambul y el ataque, al parecer nada coordinado, de unos cuantos edificios de gobierno en Ankara. Bastó que el presidente Recep Tayyip Erdogan convocara a sus seguidores a salir a las calles a través del FaceTime de su teléfono para que la insurrección fracasara.

Erdogan será el más beneficiado por la conmoción pues la aprovechará para afianzar el autoritarismo islámico en Turquía, pero esto no significa que haya orquestado el golpe. El ejército turco sigue aislado de la sociedad. Es muy probable que un grupo de oficiales creyera que una sociedad polarizada y descontenta se levantaría a la primera señal. Estaban equivocados y ese error ha costado más de 260 vidas.
Pero en la Turquía de Erdogan, el misterio y la inestabilidad se han convertido en moneda oficial. No sorprende que existan miles de teorías sobre conspiraciones. Desde un revés electoral en 2015, el presidente ha liderado una Turquía cada vez más violenta.
Esta peligrosa sacudida le ha permitido recuperarse para su segunda elección en noviembre y presentarse como el ungido que detuvo la violencia. El intento de Erdogan de adjudicarle el golpe fallido, sin ninguna prueba, a Fethullah Gulen (un clérigo musulmán y antiguo aliado que vive en Pensilvania, Estados Unidos) forma parte de un patrón de intrigas y ocultamientos.
A través de la neblina que rodea a Erdogan puede vislumbrarse lo siguiente: más de 35 años después del último golpe y casi 20 años después de la intervención militar de 1997, los turcos no quieren volver a la alternación entre gobiernos militares y civiles que marcó al país entre 1960 y 1980. Por el contrario, aprecian sus instituciones democráticas y el orden constitucional.
El ejército, pilar del régimen secular de Kemal Atatürk, es más débil. Todos los partidos políticos importantes condenaron el intento de golpe de Estado. Por más que aumente el descontento contra el presidente, los turcos no tienen la intención de retroceder.
El éxito del golpe hubiera tenido consecuencias desastrosas. Erdogan cuenta con un apoyo masivo en la zona central de Anatolia, en particular entre los conservadores religiosos. En todo el país, las mezquitas mantuvieron sus luces encendidas durante la noche mientras los imanes hacían eco a la convocatoria del presidente para que las personas salieran a las calles.
No cabe duda de que cualquier administración con control militar habría enfrentado a los insurgentes islamistas con otros, al estilo de Siria. El efecto en las instituciones democráticas que quedan en el Medio Oriente y en el Estado de derecho habría sido devastador.
Es natural que el presidente Obama y el secretario de Estado John Kerry hayan declarado que “todos los partidos de Turquía deben apoyar al gobierno democrático electo, actuar con moderación y evitar cualquier expresión de violencia y derramamiento de sangre”.
Sin embargo, la palabra “moderación” no está incluida en el vocabulario de Erdogan. Como me dijo Philip Gordon, quien trabajó como asistente especial de Obama para asuntos de Medio Oriente: “Más que aprovechar esta situación para sanar las divisiones, es posible que Erdogan haga lo contrario: atacar a sus adversarios, restringir aún más la libertad de prensa y de otro tipo y acumular más poder”. En cuestión de horas había detenido a más de 2800 militares y retirado del cargo a 2745 jueces.
Es posible que por un tiempo largo se impongan medidas enérgicas sobre los llamados gulenistas, y los kemalistas (quienes apoyan el antiguo orden secular). La sociedad, ya fragmentada, sufrirá más fisuras. La Turquía secular no olvidará el clamor de Allahu akbar coreado desde algunas mezquitas y entre las multitudes en las calles.
Puede ser que Erdogan tome medidas para impulsar una reforma a la constitución por referendo e intente crear una presidencia con mayores facultades. Ahora cuenta con fundamentos para argumentar que ese tipo de medidas son necesarias para mantener a raya a sus enemigos.
“Es posible que en Turquía la democracia haya triunfado solo para ser estrangulada a un ritmo más lento”, comentó Jonathan Eyal, director internacional del Britain’s Royal United Services Institute. No hay duda de que las capitales occidentales expresaron su apoyo a Erdogan a regañadientes.
Para el gobierno de Estados Unidos esta es una situación que ilustra muy bien los dilemas de Medio Oriente. Cuando el general egipcio Abdel Fattah el Sisi encabezó un golpe hace tres años contra el presidente electo democráticamente, Mohamed Morsi, Obama no apoyó al gobierno democrático como lo ha hecho ahora con Turquía, e incluso evitó emplear la palabra “golpe” en Egipto. En realidad, Obama apoyó a los generales en nombre del orden.
Es cierto que Morsi era muy impopular y el golpe contó con un apoyo impresionante. Para cuando Obama intervino, el golpe ya era un hecho. En Medio Oriente los principios valen poco. Muchas veces la política consiste en elegir la opción menos mala.
En esta ocasión también ganó el mal menor: la permanencia de Erdogan en el poder. Pero esto no significa que no pasará algo mucho peor en el futuro. Que el golpe haya fracasado no significa que ganó la democracia.

Es posible que ahora este irritable autócrata implemente sus peores acciones en contra de Turquía, y Estados Unidos y sus aliados no podrán hacer mucho para impedirlo.
https://www.nytimes.com/es/2016/07/19/turquia-el-fracaso-del-golpe-de-estado-no-significa-el-triunfo-de-la-democracia/