martes, 29 de diciembre de 2009

¿Qué habrá que hacer para que no vuelva a suceder?

Espeluznantes sesiones de torturas a monjas francesas durante la dictadura en Argentina salen a la luz durante juicio a dos represores de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA): Jorge Astiz y Jorge 'Tigre' Acosta. (En la foto, Jorge Astiz escucha impávido los testimonios.)
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martes 29 de diciembre, 02:49 PM
BUENOS AIRES (AFP) - El ex marino Alfredo Astiz, represor emblemático de la dictadura argentina, escuchó el martes imputaciones sobre la desaparición de dos monjas francesas y dirigentes humanitarias en 1977, durante un juicio que ventila crímenes políticos en el campo de exterminio de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

Según testimonios de sobrevivientes, la fiscalía consideró probado que Astiz y Jorge 'Tigre' Acosta, ambos ex capitanes de corbeta, comandaban los servicios de inteligencia de ese centro clandestino de detención por donde pasaron unos 5.000 prisioneros durante la dictadura (1976-83) y apenas sobrevivió un centenar.
Los dos, junto a otros 17 represores, son juzgados por crímenes de lesa humanidad ocurridos en la ESMA, considerada el mayor campo de extermino de la dictadura argentina.
Astiz, de 58 años, escuchó impávido en la sala de los tribunales el relato de las torturas aplicadas a las monjas, que fueron atadas sobre camastros metálicos, sometidas a descargas eléctricas, vejadas con cachiporras y golpeadas con ferocidad, en interrogatorios conducidos por el propio ex marino apodado el 'Angel de la muerte'.
Según las pruebas, bajo las órdenes de Astiz y Acosta actuaban grupos "que secuestraron, robaron y saquearon" y coordinaban operaciones para que "mientras los detenidos eran torturados, otro grupo estuviera listo para salir a secuestrar, según los datos que se obtenían bajo tormentos".
También consideró probado que Astiz se infiltró por orden de Acosta en el grupo de familiares de desaparecidos que se reunía en la Iglesia de la Santa Cruz, en Buenos Aires, de donde fueron secuestradas diez personas, entre ellas la monja francesa Alice Domon el 8 de diciembre de 1977.
Dos días después también fueron secuestradas de sus casas una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor, y la monja francesa Leonie Duquet.
Según testimonios, todos fueron llevados a la ESMA donde permanecieron "engrillados, torturados y alojados en condiciones inhumanas, sin asistencia médica o sanitaria, con escasa alimentación y obligadas a escuchar los gritos de dolor por las torturas a sus compañeros".
Ambas religiosas fueron obligadas a fotografiarse bajo un cartel de la organización guerrillera Montoneros (peronistas de izquierda) "con el objetivo de disminuir las oportunidades de ser halladas por el Estado francés", sostuvo la fiscalía.
Según testimonios, las dos estuvieron quince días alojadas en la ESMA y luego fueron drogadas y arrojadas vivas al mar en los denominados 'vuelos de la muerte'.
Tanto Astiz, como Acosta "cooperaron para conducirlas en estado de indefención y desamparo hacia la muerte", sostuvo la fiscalía.
Los testimonios coincidieron en denunciar a Astiz como el joven que se había infiltrado en la incipiente entidad Madres de Plaza de Mayo aduciendo tener un hermano desaparecido.
En la lectura de testimonios sobresalió el de Francois Cheron, enviado entonces por el gobierno francés para conocer el paradero de las monjas.
Cheron relató que en febrero de 1978 se entrevistó en Montevideo con Emilio Massera, jerarca de la dictadura argentina, quien le aseguró que "no había desaparecidos" y admitió que en los operativos contra supuestos guerrilleros "a veces caía gente inocente, lo que podía haber sido el caso de las monjas".
El enviado francés relató que los militares argentinos, "intentaban justificar la aplicación de tormentos aludiendo a la guerra francesa en Argelia y se presentaban como los últimos defensores del cristianismo al aludir que luchaban contra la conspiración judía comunista internacional".
Cheron dijo que en una ocasión cenó con Astiz y Antonio Pernías -otro acusado en la causa- junto a dos supuestas secretarias que luego supo eran detenidas de la ESMA.
"Cuando les pregunté por las religiosas, ambos dijeron no saber nada sobre las 'monjas voladoras'", en macabra alusión a la forma en la que fueron asesinadas.